El dolor y la amistad

En mi profesión de acompañamiento se pregunta mucho «cuál es tu meta» y también aquello de …. «es mas importante el camino que el destino». Y yo desde hace muchos meses me di cuenta que por mucho que haya reflexionado y/o que esté de acuerdo con fijarse metas y disfrutar del camino, lo más importante, sin duda, es quién me acompaña en mi viaje.

En el viaje del dolor, sea crónico, temporal, físico o emocional (siempre insisto en esto porque para cada uno su dolor es igual de importante que cualquier otro,), lo más importante es, quién te acompaña.

La mayoría de los vínculos que establecemos a lo largo de la vida van y vienen, se transforman, cambian, crecen o desparecen. Y así debe ser. Como ley de vida, y no pasa nada. Cada persona nos convertimos en instrumento de otras para llenar su vida de emociones y de aprendizajes. A veces desde el amor más auténtico. Otras desde la decepción más amarga. Algunas desde la indiferencia, el paso del tiempo o el olvido. Pero cuánto nos enseñan los demás para conocernos, para ser conscientes de nuestros valores, de lo que queremos y lo que no, y sobre todo, para saber qué tipo de vínculos nos hacen bien en nuestro momento vital.

Cuando te duele el alma, el corazón o todo el cuerpo, hay amigos que te acompañan desde la presencia y el cuidado. Desde la escucha, el cariño y sin el juicio. No tienen porqué estar demostrándote lo que te quieren y preocupándose todo el día, porque de alguna manera tu ya lo sabes. Tienen ese don mágico para hacerte sentir que están ahi sin que necesariamente estén fisicamente abrazándote. Son los que respetan tu silencio, tu oscuridad y tu distancia, y al mismo tiempo, sientes sus abrazos sin abrazarte. Otros que sabes que se preocupan enormemente por ti y quieren ayudarte pero sienten que no saben cómo, pero te lo dicen, y ahí es donde te están diciendo «te quiero». Un gran TE QUIERO que a tí te repara el dolor desde su mayor ternura.

Hay amigos que se separan de tu círculo y tu rutina como una manera de no invadir tu dolor, de no ser intrusivos y de respetar tus momentos y tus espacios. Les echas de menos, pero sabes que en cualquier momento si les llamas para llorar o pedir ayuda, tambien van a estar ahí los primeros de la fila para lo que necesites. Cada vez que hablas con ellos, te distraen y te ríes gracias a ese lado superficial de la vida tan necesario y tan interesante que es una capa protectora para tu realidad gris. Hay amigos que simplemente no saben cómo actuar o qué decir y desaparecen de tu camino. Nunca sabes si volverán a aparecer en tu vida, pero dejaron una huella en tí lo suficientemente bonita como para no tenerlo en cuenta.

Hay personas que no son amigos pero que te ayudan sin darse cuenta de maneras increíbles a seguir nadando. La sonrisa del farmacéutico, el apoyo y recomendación de compis de profesión, un «qué tal te encuentras Loreto» honesto y auténtico, un médico incondicional, un mensaje en tu what’s app inesperado tipo «me acuerdo de tí» en frase, emoticono o méme divertido, …… estos pequeños chutes de cariño ¡cuánto te alegran el día! ¡Cómo es de saludable cruzarte con personas amables y sonrientes!

Y finalmente hay personas que confundiste como vínculos esenciales y amigos en un momento dado, pero que con el tiempo te das cuenta de que te aferraste a ellos por mil y una razones que todavía no comprendes bien. Eran, sin duda, mucho menos esenciales de lo que pensabas. Estas ultimas te enseñan muchísimo desde la decepción y añaden a tu dolor, una pizca más de dolor, en forma de tristeza. Pero finalmente y con el tiempo y desde la serenidad, aprendes a perdonarles, a perdonarte y a seguir adelante, incluso agradecida.

Todos son un tesoro. Porque el aprendizaje es simplemente enorme. Los buenos amigos no tienen porqué serlo para siempre, pero si han estado a tu lado durante una etapa de dolor desde la empatía, la comprensión y el cariño, tu dolor cobra un sentido positivo. No pretenden cambiarte, no te dan consejos gratuitos, no te juzgan si subes o bajas, vienes o vas, no llamas o respondes. Tienen la sabiduría de quererte tal y como eres, de respetar tu momento vital sea puntual o crónico, y de mostrarte, a su manera, que para ellos eres importante.

En el viaje del dolor y de la vida, lo importante es con quién.

Doy gracias a todos los amigos que han formado parte de mi vida, y los que siguen a lo largo de mi montaña rusa de dolor crónico cuidándome lo mejor que saben. Porque lo consiguen y esa es la mejor medicina.

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