Una semana al mes no hace daño

Avanzamos en el calendario anual, y aullo una semana al mes.  Comparado con los años previos que era constante, me parece una especie de sueño. Y la gran noticia para mí es que además he podido quitarme una pastilla de las 15 diarias.  No es por nada pero me parecía una meta inalcanzable después de 3 años subiéndome dosis de antiepilepticos y anti-todo cada dos meses.  Absolutamente genial no? El resto de mis días, aunque de cueva al trabajo y viceversa, he encontrado momentos para disfrutar, salir, y poder empezar a trabajar de una manera más constante.

Y aunque hay meses que no, que la semana se alarga a dos, o incluso a 3 me gusta mirar al cielo y pensar que la vida son momentos y que mientras yo aullo, otros aúllan mas fuerte o desde más dentro, porque la vida es un ida y vuelta del dolor al sosiego, de la guerra a la paz, de la frustración a la serenidad y del miedo al heroísmo.

Cuando solo miro hacia el momento, o la intensidad del mismo, o el abismo hasta su recuperación, es cuando me ahogo en mi grito de silencio.  Y cuando miro a otros, más allá de sus enfados, sus tinieblas y sus sonrisas apagadas, me invade una corriente de dolor colectivo que cada dia soy menos capaz de filtrar y sostener.  Y me doy cuenta de cuántos abrazos necesitamos todos para no caer, para levantarnos cada día y para poder quitarnos esas gafas de oscuridad que más dolor nos provocan.

Hoy sin embargo, despierta ya desde las 5.11 am escucho el piar de los pájaros que es sinfonía natural para mis oídos.  Y contemplo el horizonte desde mi silencio, llenándome de paz, de naturaleza y esperando el amanecer.  Me imagino todas las personas que ya están en marcha en el campo, las panaderías, los hospitales, y los que se preparan para «apagar las farolas» en la ciudad.  Hay luces frente a mi, de personas supongo que trabajando ya, o sin acostarse.  Hay trenes en marcha con su ritmo constante que llegan y salen a diferentes destinos,  y quizá con los mismos pasajeros de cada mañana.  Y escucho los pájaros cada vez más animados, e imagino cómo será el sonido en el bosque cercano, o en la selva lejana, o en mi mar añorado.

Hoy voy a ver y espero que a abrazar, aunque sea flojito, a una de mis mejores amigas que ha pasado uno de los mayores sustos de su vida con su familia.  Su dolor tanto físico como emocional está siendo difícil, pesado, duro de vivir.  Y a la vez, su fortaleza, humor y ganas de vivir le empujan cada día a levantarse y sobrellevar un periodo de reparación imprescindible para volver a ser ella, de una pieza en todo su ser.  Será siempre la misma, más fuerte todavía, más humana si cabe, y más positiva que nunca. De esto no tengo duda. Siempre un ejemplo para mí. Los momentos de duda, soledad, angustia, impaciencia y frustración son la máxima representación del dolor en cualquiera de sus formas.  Pero la vida, sin esto, es muerte, y no una melodía de amaneceres que siguen a pesar de ti, pero contigo.  Con su luz y su tormenta, sus claros y sus nubes.  Su renacer cada día al ritmo natural y acompasado en un tiempo infinito que nosotros no tenemos pero si podemos valorar, aprovechar y disfrutar con todos aquellos a los que tanto queremos y necesitamos.  Ya ha amanecido.  Buenos días día.

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