Un verano de 2 vinos

He conseguido tomarme 2 vinos durante estas vacaciones y no he fibrilado.  El ojo no se me ha escapado de la órbita y no he sufrido una corriente eléctrica de «más de 220» como cantaba Aerolíneas Federales.  Con precaución pero sin miedo a morir de dolor.

He conseguido ponerme rimmel.  Aunque a duras penas, he salido un par de noches con los ojos pintados, me he olvidado de mis pestañas, y me he visto favorecida a pesar de algún picor desagradable que me gritaba «estás loca».

Estoy consiguiendo adaptarme al mal tiempo, al buenísimo tiempo, al mar plato y a las olas de 2 metros.

Estoy consiguiendo mantenerme con 7 químicos y medio.  El verano pasado tomaba 12, y me encuentro mejor.

Estoy consiguiendo estudiar la carrera de mis sueños, sin sentirme aturdida, forzada y con algo más de memoria que otros años (esto más vale que se mantenga de aquí a Septiembre jejeje).

Estoy consiguiendo sobrevivir sin dormir 10 horas.  Aunque reconozco que lo echo de menos y, sigo pensando que es mi mejor medicina, no muero en el intento.

Estoy consiguiendo no hablar del tema.  Sólo si alguien me pregunta.  Aunque sigue presente y es un petardo, no es ya mi mono-tema ni el foco que gobierna mi vida.  Procuro no alimentar a mi cerebro con ninguna alusión, o con muy pocas.  Sólo cuando algún brote me quema.  Pero me hablo más a mí misma.  Al resto le digo: «me voy encontrando mejor» y le cuento mis avances, o no le cuento nada.

No quiero ocultarlo, pero si darle CERO protagonismo.  Quizá, es por esto, por lo que escribo menos a menudo.  Aunque siento que, quizá, esta convalecencia sigue necesitando de mi desahogo personal para calmarme, y de un marco donde ir encuadrando cada paso de mi camino.  Cada logro, cada caída, y cada vino.